20 de junio de 2010

Jose Maria Vitier.


(La Habana, 7 de enero de 1954)
Es hijo de los destacados poetas Cintio Vitier y Fina García Marruz. Cursó sus primeros estudios en el Conservatorio Amadeo Roldán. Su trabajo recoge un amplio espectro, pues ha escrito música para diferentes medios como televisión, teatro, cine y radio. Formó parte del Grupo Síntesis en sus inicios. Muchas de sus composiciones están basadas en canciones populares o en versos de notables poetas, como por ejemplo: Bosque, Caballito, Canción de otoño, Cizaña, Cortesía Décima, Déjame tomar asiento, El aire que te rodea, Ilusión de realidad.
En 1983 formó su propio grupo. Se desempeñó como profesor de piano en la Escuela Nacional de Arte y llevo a cabo estudios de composición en el Instituto Superior de Arte.
Ha realizado actuaciones por todo el mundo. Su obra creativa se caracteriza por una notable versatilidad, donde se combina la música de cámara y la popular, con incursiones al jazz, todo bajo un marcado acento de cubanía.
Entre otros, ha participado en los siguientes eventos: el Festival Internacional de Jazz de Montreal, el Festival Latino de Nueva York, el Festival Du Maurier Ltd Downtown de Jazz de Toronto, el Festival Cervantino de México, el Festival Afro-caribeño de Burdeos y Festival MIDEM de Cannes.
Ha obtenido importantes premios tales, como la Medalla Alejo Carpentier y la Orden Félix Varela, en 2004. En el año 2000, su CD Salmo de las Américas, oratorio sinfónico coral, fue nominado entre los cinco mejores álbumes de música clásica al premio Grammy Latino. En su edición de 2002, Vitier fue propuesto como candidato al Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria.
Además, el 1 de diciembre de 2008, como parte del programa cultural que se realiza dentro del marco de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, estrenó en el Teatro Diana de la misma ciudad, junto con el famoso autor mexicano Carlos Fuentes, la Ópera Santa Anna,con música compuesta por él mismo y libreto de Fuentes. Esta ópera es una historia de la evolución de la aparentemente heróica pero trágica y egocéntrica vida del expresidente de México Antonio López de Santa Anna durante sus diferentes periodos de gobierno. Ópera que combina diálogos hablados con recitativos cantados; la tragedia y momentos cómicos; actores y bailarines que no representan ninguna aportación musical así como los cantantes y el coro. En cuanto a lo musical, se fusionó la orquesta con algunos instrumentos prehispánicos de percusión y con los sones jarochos del conjunto folklórico Mono Blanco. Como parte del elenco de esta ópera contemporánea participaron en los roles principales: Fernando De la Mora, Lourdes Ambriz, Grace Echauri, Verónica Alexanderson y Hernán Del Riego.
ANEXO
La música de José María Vitier
(por Joaquim Zueras Navarro)
-30 años de música, José María Vitier. Ocho CD´s y dos DVD´s. Autor SAO 750, SAO 1231,SAO 1232, SAO 1233, SAO 1235, SAO 1236, SAO 1237, SAO 1238.
-Iré Habana / Ni fresa ni chocolate. José María Vitier cuarteto. Un CD y un DVD. Sello Autor, SAO 1068.
30 años de música
José Maria Vitier (La Habana, 1954) es un músico hijo de los poetas y melómanos Cintio Vitier y Fina García Marruz. Cursó sus primeros estudios en el Conservatorio Amadeo Roldán. Su trabajo abarca un amplio espectro, que detallaremos a continuación. En 1983 formó su propio grupo. Fue profesor de piano en la Escuela Nacional de Arte y llevó a cabo estudios de composición en el Instituto Superior de Arte. Su obra creativa se caracteriza por una notable versatilidad, donde se combina la música de cámara y la popular, con incursiones al jazz, todo bajo un marcado acento de cubanía. Entre otros, ha participado en los siguientes eventos: el Festival Internacional de Jazz de Montreal, el Festival Latino de Nueva York, el Festival Du Maurier Ltd Downtown de Jazz de Toronto, el Festival Cervantino de México, el Festival Afro-caribeño de Burdeos y Festival MIDEM de Cannes. Ha obtenido importantes premios como la Medalla Alejo Carpentier y la Orden Félix Varela, máxima distinción otorgada en Cuba por mérito artístico y aportes a la cultura nacional.
La colección 30 años de música de José María Vitier, publicada por el Sello Autor, reúne en ocho CD’s y dos DVD´s grabaciones antológicas e inéditas de un amplio abanico de formatos instrumentales y géneros, como el jazz, la música sinfónica y de cámara o las bandas sonoras para cine. Esta colección, reunida en una caja lujosamente editada, nos traslada desde la nostalgia de los años 80, hasta lo más actual y representativo de la obra de Jose María Vitier. En todas sus composiciones se percibe la búsqueda incesante de la belleza, el aliento de inspiradas melodías y el pensamiento del creador en la búsqueda de un lenguaje musical siempre propio, siempre renovado. Ocho discos antológicos:
Los CD´s Imágenes en la memoria y Punto de giro corresponden a la etapa inicial de Vitier. El primer disco es una antología de la música escrita para populares series de TV. El segundo agrupa una selección de los temas interpretados por el grupo de José María Vitier en la década de los ochenta, que constituyeron una parte del sonido de La Habana de aquella época.
El siglo de las luces y Pasión por el cine están editados por primera vez para este cofre. Ambos muestran parte del trabajo de José María Vitier para el mundo cinematográfico, premiado en su mayoría internacionalmente, con numerosas obras que después saltaron del celuloide para convertirse en obras para conciertos. El siglo de las luces, basada en la obra homónima del novelista cubano Alejo Carpentier, fue primero una serie televisiva que más tarde fue reducida para el cine en dos horas de duración. Un período en el que se sucedieron tres estilos musicales distintos: el barroco, el clásico y el prerromántico; todo un reto del que Vitier sale airoso, creando una música elevada y elegante, tanto más por la destacada colaboración de la violoncelista Ana Ruth Bermúdez. De su música para cine Vivier declara que “puede sintetizarse en una sola expresión: La búsqueda de la emoción mediante melodías alegres o melancólicas, épicas o líricas, cultas, populares, de más largo o corto aliento, melodías para historias ajenas y que ahora me acompañan siempre”. Algunos títulos son familiares para el espectador español, como Fresa y chocolate o Cosas que dejé en la Habana.
En el CD Cuba dentro de un Piano se recogen las piezas más significativas de la música de Vitier para piano, que han devenido en clásicos del repertorio pianístico en Cuba, como Danzón imaginario, Fuera del baile, Danza de fin de siglo, etc. Es el propio autor quien interpreta sus temas en este álbum con una depurada técnica; dominio de los pedales, de la dinámica y una forma de interpretar que ha hecho de este prolífico artista uno de los fuertes pilares de la pianística cubana.
Completan esta colección tres CD ya editados anteriormente por el Sello Autor, que constituyen piezas centrales de la obra de José María Vitier: Canciones del Buen Amor, en un estilo desenfadado, compuestas y orquestadas por el mismo Vitier e interpretadas por reconocidos cantantes como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, etc. El Salmo de las Américas es un oratorio para coro, solistas y orquesta, dividido en ocho movimientos, con textos de Isaiás, Chilam Balam, Cristóbal Colón, Silvia Vitier, San Juan de la Cruz, Pablo Neruda, Walt Whitman y José Martí. La musicóloga Martha Rodríguez Cuervo lo describe así: “es la imagen sonora de un mundo que nace, se transforma y proyecta hacia una unidad compacta, donde los relieves melódicos, rítmicos y tímbricos descubren su identidad en una amalgama de tejidos yuxtapuestos que comparten el común espacio cultural de toda América”. Con La Misa Cubana a la Virgen de la Caridad de El Cobre Vitier muestra un excelente conocimiento de la escritura polifónica. Tanto el coro Exaudi como los solistas, así como la orquesta, manifiestan un alto nivel interpretativo. Sin abandonar las formas tradicionales, Vitier añade ciertos elementos autóctonos, lo que la convierte en una obra singular y atractiva. Particularmente emotivos son el Agnus Dei y la oración final Plegaria a la Virgen.
Como regalo, esta caja de música nos brinda además dos DVD´s con imágenes de los conciertos donde fueron interpretadas en vivo muchas de las obras que aparecen en los discos, así como una entrevista a José María Vitier y una amplia colección de fotos.
Iré Habana
“Iré Habana” significa en yoruba “bendición a la Habana”, ciudad en la que, como observa la escritora Silvia Rodríguez Rivero, “ni siquiera el deterioro del tiempo ha derrotado la distinción y majestad que un día lucieron sus columnas modernistas, cuando el esplendor brillaba en sus pisos de mármol... La Habana que se recuerda en la nostalgia y aquella que nos conmueve a diario a pesar del tedio y la cansina inercia cotidiana”. Un CD y un DVD en el que, a la espléndida música del Cuarteto Vitier, se suman imágenes de la Habana a través de sus calles, de los rostros de la gente y de su cultura, bajo la dirección de Jorge Perugorria y Ángel Alderete. José María Vitier nos propone una forma desprejuiciada y subyugante de abordar el jazz latino, la trova, la música yoruba, la cristiana, la campesina y todo lo cubano en general. El piano de José María Vitier enlaza la percusión vibrante e imaginativa de Angá y Yaroldi Abreu con la delicada riqueza del bajo acústico de Jorge Reyes y el conmovedor dibujo vocal de la soprano Bárbara Llanes, para entregarnos un resultado musical brillante.
ENTREVISTA
Entrevista al músico y compositor José María Vitier
Amaury Pérez: Muy buenas noches. Estamos en “Con 2 que se quieran“, en el corazón de Centro Habana, aquí en Prado y Trocadero, barrio de Lezama, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC. Hoy tenemos con nosotros en nuestro espacio, a un gran músico, a un gran amigo, a una maravillosa persona, ingeniosa, hábil, locuaz, suspicaz, elocuente. Uno de los seres más virtuosos que tenemos en la música cubana hoy, el maestro, José María Vitier. Bienvenido, Jose.
José María: Una presentación que probablemente me enmudezca en los próximos minutos.
Amaury Pérez: No, te van a enmudecer las preguntas, algunas, por lo menos (risas). La primera; ¿Tú crees en la desaforada e incontrolable libertad de expresión?
José María: ¿La pregunta es exactamente si yo creo que eso es bueno?
Amaury Pérez: Que eso es bueno, que es sano, que es bueno para la sociedad.
José María: Primero hay que dejar bien claro que sin libertad de expresión no tendríamos una cosa tan importante como el arte, por ejemplo. Por lo tanto hay que tener mucho cuidado cuando se habla de esto para dejar bien claro que ese es un logro del ser humano, que hay que aceptar con todos sus riesgos, que hay que asumir con valor y es una meta irrenunciable de la sociedad.
Eso es una cosa. Dicho eso, no cabe duda, como ocurre con cualquier exceso y como ocurre con cualquier descontrol extremo, cuando la persona confunde su libertad de expresión, con el derecho de los demás, o con el respeto a los demás, indudablemente también comete algo indeseable, o sea, ante todo, hay que defenderla y hay que merecerla y hay que asumirla, esa libertad de expresión. Pero también hay que ejercerla con respeto, con responsabilidad y creo que nadie tiene ni siquiera derecho a expresar cualquier cosa que sienta, si esa cosa que siente es algo que daña al resto.
Amaury Pérez: Sí, por eso me refería a desaforada, a fuera de control.
Vamos a ir rápidamente a la música, pero me voy a circunscribir, por lo menos en esta segunda pregunta, a algunos textos que están en tu disco “Pulso de vida”, que como todos tus discos, es un tratado y un homenaje a la exquisitez.
Tú dices con respecto a la música y voy a citar: “El acto de escribir música, debería desembarazarse un poco de lo causal y utilitario y recuperar la jerarquía de una actividad secreta que no aspira a nada más“.
José María: Creo que estaba pensando en desembarazarse sobre todo, de eso que los músicos llamamos, “los encargos”. Vivimos de un encargo en otro y, gracias a Dios que es así, pero a veces recuerdo con un poco de melancolía, con un poco de nostalgia, la época en que me sentaba a escribir sencillamente lo que se me ocurría, hacía una obra para piano solo, una canción de regalo, o inventaba una melodía, sin otro fin, sin otro propósito que, probablemente halagar a alguien y, en última instancia, pues dar algo de mí, sin concretar exactamente un fin social, u otro medio, como puede ser el cine, o un disco.
Realmente con el paso de los años cada vez uno trabaja menos de esa manera desinteresada, por así llamarlo. Y cada vez es más esclavo de los sucesivos encargos, de los sucesivos empeños por los que te va llevando la profesión, y uno termina trabajando para un disco sí, para una película, y a veces no tanto para uno mismo. Aunque uno trata que eso que hace para los demás o que hace para otros medios sea también una necesidad interior, pero, indudablemente a lo que estoy echando de menos y a lo que me refiero ahí, es a esa actividad absolutamente libre, desinhibida y absolutamente desinteresada, repito, de crear por el placer de crear.
Amaury Pérez: Sí, pero cuando haces música para cine y has hecho mucha música para cine, también dices y vuelvo a citar: “Esa pasión casi clandestina de componer música al servicio de emociones ajenas, me ha aportado un cierto oficio y sobre todo una cierta humildad“.
José María: Yo nada más, y qué mejor lugar que éste para comentarlo, nada más tengo palabras de gratitud para el cine y para las oportunidades que me ha dado y para el aprendizaje que ha consistido trabajar en él.
Digo que, qué mejor lugar, porque tú sabes que aquí se grabó una parte muy importante de la música del cine cubano y una parte muy importante también de mi obra para el cine cubano y no sólo para el cine cubano, porque también aquí se grabó “La Misa cubana”, por ejemplo, me estaba acordando ahora.
Bueno, trabajar para historias ajenas, sí, porque en definitiva uno entra en un proyecto, se entera entonces de una historia. Ahora mismo me estoy leyendo una historia, que no es mi historia personal, es la historia de otras personas, pero tengo que hacerla mía, no solamente mía, sino entrañablemente mía, para poder realmente desde ese punto de vista, que de repente tiene que ser el mío, sinceramente mío, asumido, tratar de expresar entonces las emociones, que es de lo que se trata al final escribir música y dedicarnos a esto, emocionar a la gente.
Amaury Pérez: Hay un tema, que por suerte toco en casi todas las entrevistas, pero en este caso ese tema adquiere un matiz especial, porque coincide que tu esposa, tu compañera es, con mucho, una de mis mejores amigas, mi siquiatra, mi confidente. Entonces quisiera oírte hablar en un programa como este, de Silvita, de Silvia Rodríguez Rivero, tu esposa, tu compañera, como ya dije, y la mamá de Adriancito.
José María: Bueno, primero comunicarte que es, no una de las mejores, si no que es mi mejor amiga. (risas)
Amaury Pérez: ¡Gracias a Dios!
José María: Lo cual es algo de lo que realmente me felicito. Soy un hombre afortunado, por varios motivos, pero quizás por ninguno tan relevante para mí.
En el año 2012 dicen que se van a celebrar no sé cuántas cosas y que van a haber algunas catástrofes, tú sabes que se habla mucho de eso. Bueno, en el año 2012 van a ser y, no es ninguna catástrofe, yo espero (risas), se van a cumplir 40 años de que nos conociéramos.
Cuando digo que nos conocimos, quiero decir que empezamos a vivir juntos, porque eso ocurrió todo a la vez.
Amaury Pérez: Si no es indiscreción, ¿cómo fue?
José María: Conocí a Silvia de una manera muy fortuita, de una manera que yo mismo ahora pienso: ¡qué fácil hubiera sido que no hubiera ocurrido! Un lunes 17 de julio del año 1972, en que fui por primer vez, no tenía hábito de ir y no recuerdo haber ido muchas veces después tampoco, a un club que se llamaba Johnny’s Dream, que tú recordarás.
Recuerdo que entré, estaba lleno el lugar, y había que entrar por pareja y yo estaba solo, tú sabes cómo eran esas cosas. Entonces con la patraña de que iba a trabajar ahí, que iba a tocar, cosa que era mentira entré. Yo me sentía realmente un admirador de todo lo que musicalmente ocurría ahí, iba a oír a grandes jazzistas que se reunían ahí, yo era un estudiante de la escuela de música.
Entre mis amigos estaban mis primos, siempre mis primos fueron y estuvieron entre mis mejores amigos, y están. Recuerdo que mi primo Lichi se me acercó, porque me vio sentado en una mesa, yo no sabía quién era la muchacha que estaba enfrente de donde yo me había sentado, estaba Sara González también en esa mesa y me dice: ¡óyeme, ahí donde estás sentado hay una muchacha que yo conozco! y, recuerdo que me dijo: ¡no la dejes escapar!
A su vez a Silvia le habían hablado de mí, también, la propia Sara González, quien la había conocido en una escuela al campo. Ella estudiaba ballet también.
Amaury Pérez:¿Pero quién estudiaba ballet, Sara, no?
José María: No, Silvia, mi esposa, estudió un tiempo, unos años ballet (risas). Me has hecho perder el hilo.
Amaury Pérez: No, ahí te encontraste con los ojos claros.
José María: El caso es que se fue acabando el show y la gente se fue yendo y ella fue al baño, se demoró un poco, y yo me quedé a esperarla. Cuando salió, quizás pensando que ya no había nadie, yo estaba esperándola.
Fuimos al Malecón, ahí sí ya empezamos a romancear mucho y esa noche me quedé a vivir en su casa por los siguientes 20 años.
Amaury Pérez: ¿Cómo fue tu entrada en el Conservatorio y en cuál Conservatorio?
José María: Yo estudié en el Conservatorio desde los 14 años. Antes de ese momento estudiaba con profesores particulares, de los cuales tengo recuerdos luminosos realmente. Cecilia Echevarría en el barrio, en mi Víbora natal y Margot Rojas, la eminente pedagoga, que fue la que me preparó para entrar al Conservatorio.
Entré en el año 68 al Conservatorio Amadeo Roldán, donde me formaron, o hicieron lo posible por hacerlo, un grupo tremendo de profesores, algunos muy, muy destacados, no quiero omitir ninguno, ni mencionar ninguno especialmente, salvo a mi maestro de piano, el inolvidable César López.
Amaury Pérez: ¿Qué compañeros de los que hoy son eminencias, como tú, en la música cubana te acompañaron en aquella aventura del Conservatorio?
José María: Tú sabes que yo tocaba en un grupo en esa época que se llamaba Los Gnomos, y casualmente, todos los que formábamos ese grupo entramos en el Conservatorio a estudiar bajo, guitarra y batería. En el Conservatorio había muchas más hembras que varones, de lo cual nosotros tratamos de sacar temprana ventaja. Había gente tremenda en la escuela. Había músicos de la talla de Lucía Huergo, por ejemplo, de Hilario Durán.
Amaury Pérez: Claro. La misma Sara.
José María: La misma Sara, por supuesto, músicos y gente que después fueron musicólogos, gente como Roberto Chorens, profesor y organista.
Bueno, estudiar tantos años en un mismo centro, puede llegar a ser tedioso realmente, pero a mí me estimulaba mucho el ambiente intelectual del conservatorio y tenía mucho orgullo de mis compañeros, de mis maestros, la verdad.
Amaury Pérez: ¿Y cuándo es que descubres la Vieja Trova de Santiago, cuando eras estudiante o ya te habías graduado?
José María: No, yo todavía estaba estudiando.
Amaury Pérez: ¿Cómo llegas a la Vieja Trova?
José María: Fue en Santiago, en un viaje que hice en el año 71 cuando descubrí aquel fenómeno. Yo tenía una idea, por supuesto, en mi casa se oía mucho, mucha música tradicional cubana y por supuesto mucha música clásica también, pero más música popular que clásica.
Además, era la música que se hacía, con mi abuela pianista, mi padre violinista y que empezaba a hacer mi hermano también, que empezó mucho primero que yo con la guitarra.
Pero bueno, la Vieja Trova que tú me preguntas que fue la que me marcó y la que siempre que voy a Santiago se lo digo al público y donde quiera que voy lo digo, cambió mi vida, la visión de mi carrera, curiosamente cambió el día que escuché a algunos guitarristas de estos centenarios tocando guitarra.
Amaury Pérez: ¿Quiénes eran?
José María: Tuve suerte. Conocí a Emiliano Blez, que había sido alumno de Pepe Sánchez y compañero de Sindo Garay. Pude oír a Ángel Almenares, también, muy, pero muy mayor. A Manolo Meléndez, a Los Castillos, a Augusto Castillo, Manolo Castillo. A Ramón Márquez, yo oí a Pucho el Pollero.
Ya existía la nueva canción, la Nueva Trova y yo era fanático, además. Existía el grupo de Experimentación, mi hermano tocaba en el grupo, yo había participado aquí mismo en algunas grabaciones como suplente, porque ahí había un pianista de miedo que era Emiliano Salvador.
Pero paralelamente me entronco con esta antigua Trova, con la Trova tradicional, la Trova que le llaman profunda de Santiago. Y fue un deslumbramiento.
Amaury Pérez: ¿Tocabas guitarra ya?
José María: Aprendí guitarra para tocar esas canciones. A veces he dicho que la guitarra es un instrumento mucho más manuable, sobre todo para romancear, y para conocer muchachas, realmente el piano, el piano a veces, inclusive, no era del todo recomendable (risas) y eso que en la Víbora habían muchos pianos. Era muy frecuente que hubiera pianos en las casas y todo eso, pero indudablemente la guitarra tenía un glamour, en aquel momento, que era casi imprescindible, había que aprender primero a tocar algunos acordes y yo empecé y volví de Santiago tocando porque fui con una guitarra y vine con algunas canciones aprendidas. Después he descubierto con los años, que muchas de esas canciones ya solo las recuerdo yo, nadie más las canta y algún día, si las cosas siguen como van, a lo mejor me decido y las grabo y las canto yo mismo.
Amaury Pérez: Pero ya tenías un vínculo, como lo has dicho, con La Nueva Trova. ¿Con quiénes?
José María: Bueno, imagínate, por supuesto que con Silvio y con Pablo, sobre todo, el vínculo que me venía por mi hermano.
Amaury Pérez: Pero después terminaste haciendo arreglos para Silvio y para Pablo.
José María: Después terminé haciendo arreglos y tuve más, tuve el gran honor, que no me podía imaginar en aquel momento, (porque en esa época no componía ni canciones ni nada, lo que hacía era estudiar el piano y tocar guitarra, más o menos), tuve el gran honor de que me cantaran, que pusieran su voz para cantar canciones mías en la producción mía de canciones que fue una actividad clandestina, hasta hace un tiempo, en que ellos -y tú también, por cierto-, me han honrado con su voz y dándole por supuesto un vuelo que me halaga mucho.
Amaury Pérez: Ya que estamos hablando tanto de este Estudio por eso digo en la presentación ¡Legendario!; aquí todos hemos dejado un poquito de nuestras vidas juveniles y no tan juveniles.
Aquí se grabó La Misa Cubana. Para mí y para muchos colegas y público, es de alguna manera como un momento cumbre en tu carrera. ¿En qué año escribes esa obra?
José María: Durante el año 96. Seis años antes habíamos concebido la idea de que esta obra era no solamente posible, sino necesaria, por lo menos para nosotros, Silvia y yo habíamos hablado de que algún día la haríamos. La idea empezó a madurar, en mi caso la música, en el caso de ella sus textos. De alguna manera afloró por algún motivo en el año 96. No identifico ninguna causa externa, porque hay quien piensa que se hizo para cuando viniera el Papa, yo no sabía que el Papa iba a venir, ni el Papa lo sabía tampoco (risas). Esto fue una cosa que de repente surgió. Tuvimos un apoyo importante cuando configuramos bien la idea, un apoyo que siempre me gusta recordar, porque fue un apoyo combinado -y creo que no muy frecuente- entre el Ministerio de Cultura, el Fondo para la Cultura, y el Episcopado. Fue de esa forma que salió aquella primera edición de La Misa Cubana.
Amaury Pérez: Recuerdo que algunos amigos mostraron una cariñosa y tierna oposición a que se grabara esa obra.
José María: Oposición quizás no es la palabra exacta. Lo que percibí, era, algunas personas que se preocuparon un poco, decían, ¡Caramba! ¿Para qué se van a meter en eso?, que a lo mejor no es oportuno, o eso a lo mejor no es bien recibido en este momento, con lo cual, por supuesto, que tenían toda la razón del mundo. Lo que no pensé en aquel momento, ni ellos tampoco, es que no hay nada que le haga más bien a una música que una cierta oposición. Algo que puede ser aparentemente anodino, tú le haces una cierta oposición y lo puedes lanzar inmediatamente a la celebridad. Así que las personas que de alguna manera se opusieron, me hicieron el servicio de la vida, la verdad.
Amaury Pérez: Sí, pero esta pregunta de la oposición me lleva a la historia, la génesis, el origen de esta obra y ese origen me lleva a tu hijo y de Silvita, y de alguna manera mi sobrino, José Adrián.
José María: Te mencionaba el año 90 y en el año 90 nosotros tuvimos un percance que pudo haber sido muy grave con la salud de nuestro hijo. Tuvo un accidente. Realmente estuvo muy delicado y fue operado de urgencia, una operación muy delicada. Y en una circunstancia como esa, y eso, al que le ha pasado, lo sabe y el que no lo ha pasado se lo puede imaginar, uno se agarra de todo.
Silvia y yo también, porque nuestra desesperación era la misma, intentamos pedir ayuda, intentamos ser escuchados y tuvimos un poco la sensación de que sí, de que éramos escuchados. Sentimos consuelo, sentimos esperanza, el desenlace de todos aquellos acontecimientos no pudo ser mejor y juntos decidimos que algún día haríamos algo para devolver la Gracia que habíamos recibido y nos ha hecho vivir a los dos, a ti y a mí, por cierto, momentos inolvidables.
Amaury Pérez: Experiencias inolvidables. A veces con elenco cubano y a veces con elenco foráneo, con músicos extranjeros…
Jose, tu familia es de todos conocida, una familia de profunda vocación religiosa y has dicho también en este disco -y es lo última cosa que voy a citar-, tú has dicho: “Soy creyente -por lo menos en la primera parte-, Soy creyente porque creo en las cosas cada día“. Cuando tú dices soy creyente, todo el mundo sabe que tu formación es católica, lo acabas de decir, pero eso se puede haber extendido a muchas otras zonas.
José María: Eso se extiende, de hecho se ha extendido y se extiende a una actitud religiosamente muy abierta y una sensación creciente y actualmente total de respeto hacia todas las formas en que el hombre ha tratado de explicarse lo desconocido, de las cuales una de ellas es la religión, pero no la única. Eso es lo que ocurre, por eso digo… y también me refiero a ser creyente en el sentido en que lo decía Ernesto Cardenal. Ernesto Cardenal decía que “creyentes eran las personas que creían que el hombre podía cambiar”, eso era para él un creyente, lo cual es una definición muy original y sobre todo, viniendo de un sacerdote, un sacerdote que era además un revolucionario y un poeta. Así que en ese sentido puse la frase.
Amaury Pérez: José Adrián Vitier Rodríguez. ¿Cuánto tú reconoces que hay de Vitier y cuánto reconoces que hay de Rodríguez? En el caso de tu hijo.
José María: Mira, para responderte esa pregunta, tendría que decirte que yo, como ya se ha dicho y estoy tentado a decir que hasta la saciedad, provengo de una familia destacada.
Amaury Pérez: Eso lo sabemos todos.
José María: Exacto, y siempre se vuelve sobre eso y es correcto y a mí me honra muchísimo, pero es que yo caí en otra familia destacada.
Amaury Pérez: Ahí iba.
José María: Yo caí en una familia que es un tronco de familia, ¿me entiendes? yo caí en una familia numerosa, cubanísima, que es la familia de Silvia, donde había un grupo de personas que de repente conocí, que pasaron a ser mi familia y que a lo largo de los años constituyen mi familia, y el mundo, sobre todo, relacionado con su mamá, que ha sido como una segunda mamá para mí, Cuca Rivero, y el mundo de sus tías, que tú sabes que es un mundo fascinante
Amaury Pérez: Es un mundo fascinante.
José María: Completamente fascinante y un mundo de valores y un mundo de cultura, no en el sentido profesional de la cultura a la que uno se dedica, de la que uno vive, sino en el sentido profundo de la cultura como educación, como raíz, como valores, repito, y yo soy deudor de ese aprendizaje también y aprendí mucho, y le debo mucho a esa familia, y yo creo, por eso me alegro que me hayas hecho esa pregunta, que José Adrián también sacó mucho de Rodríguez y Rivero. Aunque no cabe duda que Adrián, quien no resultó ser talentoso para la música, sí heredara indudablemente cierto talento, como diríamos, esté mal decirlo…
Amaury Pérez: No cierto, no cierto…
José María: …Más que cierto talento para las letras, para la pintura.
Amaury Pérez: Y los idiomas.
José María: Los idiomas, la traducción, para el diseño. Tiene una mente muy completa. A veces recuerdo con ternura la frase de Martí y la comprendo muy bien. “Hijo soy de mi hijo” porque uno termina siendo hijo de su hijo también. Uno termina aprendiendo.
Amaury Pérez: Ahora voy a hacer un viaje atrás. Voy a llegar a la casa de Arroyo Naranjo, donde compartías con tus primos, donde había también un ambiente musical muy rico. ¿Cómo era eso?
José María: Tanto yo como Sergio nos pasamos toda nuestra infancia, yendo todos los domingos de la vida, los cincuenta y pico de domingos que hay en el año, a Arroyo Naranjo y por supuesto, ahí es que creció el cariño entrañable que hubo entre nosotros como primos. De hecho mis mejores amigos fueron mis primos y de hecho lo son.
Amaury Pérez. Los primos, los hijos de Eliseo Diego.
José María. Los hijos de Eliseo Diego y de Bella García Marruz. Los hijos de Sergio García Marruz también, están los hijos de mi tío Felipe. Es que éramos muchos primos. Pero claro, con los que estaba más unido era con…
Amaury Pérez: …Con Lichi, con Fefé y con Rapi.
José María: Exactamente.
Amaury Pérez: Que además, los tres han llegado a ser grandes profesionales también.
José María: ¡Cómo no! Incluso yo comencé mi carrera en el cine trabajando con mi primo Rapi Diego. Mi primo Lichi, tú sabes que es un novelista…
Amaury Pérez: Destacadísimo.
José María: Exitosísimo además, y muy destacado. Y mi prima cuando se ha sentado a escribir ha dejado a todo el mundo con la boca abierta.
Amaury Pérez: Jose, primero dijiste que Silvia era tu mejor amiga, después dijiste que tus primos eran tus mejores amigos. Ya estamos hablando mínimo de cuatro personas. Y me has dicho a mí, y me has confesado varias veces, que tú te consideras una persona que tiene pocos amigos. Y es bien curioso, porque uno va a tu casa, donde uno es atendido a cuerpo de rey, realmente, donde uno come las “delicatessen” que hace Silvita y nunca te veo con tan pocos amigos. ¿Por qué tú afirmas eso?
José María: Acuérdate del programa de tu mamá, “Amigo y sus amiguitos” (risas). Tuve muchos amiguitos y amiguitas. Yo quizás me cogí muy en serio el asunto ese de la amistad también, y me dio por decir que era una cosa que no se podía prodigar demasiado, que uno debía tener amigos buenos, amigos verdaderos, quizás no muchos, pero…No es que me haya negado nunca a tener amigos, sencillamente me parece que es un cargo muy exigente y a veces, cuando saco la cuenta, esa cuenta que uno no saca por televisión, por cierto, como tú comprenderás…pero que uno sí saca ante uno mismo, veo que siempre han sido pocos. En algunos casos los he perdido, porque se fueron, o mejor dicho, se los llevaron, a esos amigos tan tempranos.
Amaury Pérez: ¿Pero tú crees que los amigos nuevos, llamémosle de alguna manera, ocupan el espacio de los amigos que ya no están, de los ausentes?
José María: Eso es lo que uno se cree, pero no, en la práctica no ocurre así. Nadie ocupa sino su propio lugar y nadie sustituyen a nadie. Las personas son todas irrepetibles y todas insustituibles. Los amigos que se pierden, se pierden, y los amigos que aparecen son bienvenidos.
Amaury Pérez: ¿Se llega a tener una obra discográfica tan amplia y una obra videográfica tan abundante sólo con talento o hace falta un esfuerzo adicional?
José María: Ahí hay una combinación. Hay una combinación de plantearse la profesión como un servicio y como algo que uno está en el deber de hacer, además de que es un placer, o casi siempre es un placer.
Me he sentido afortunado. En primer lugar, porque vivo en este país, que es el país de la música, el país, para mí, de la creatividad musical. En segundo lugar, porque efectivamente tengo muy poca música engavetada, que no haya grabado. Viéndolo retrospectivamente, quizás yo mismo haría una antología de todo lo que he hecho y trataría de no ser tan prolífico y ser más exigente. Pero sí, en general estoy satisfecho con mis discos, grosso modo, sobre todo con algunos de ellos, estos últimos que he hecho, este “Pulso de Vida”, por ejemplo, que es un disco muy autobiográfico.
Amaury Pérez: Donde hay poemas….
José María: Es el disco donde más intimidad mía se puede descubrir y de mi relación también y de la interacción que tenemos en la vida y en el arte Silvia y yo.
Amaury Pérez: Jose, el público debe saber, como un dato privado, que tú y yo somos los músicos que más temprano nos levantamos en el país y tenemos conversaciones hilarantes y muchas veces absurdas, una lucha de ingenios, sobre las siete de la mañana…
José María: Tú sabes que yo vivo en el campo, o sea, en una zona medio campestre, no llega a ser el campo, llego en carro a mi casa, quiero decir. Pero lo único que ocurre antes que se produzcan esas conversaciones, es esa especie de chateo que tienen los gallos, y los sinsontes por la mañana en la casa, que es enloquecido completamente.
Amaury Pérez: Y que nosotros intentamos continuar, de hecho, emular…
José María: Si, pero no logramos ser tan coherentes como ellos.
Amaury Pérez. Ahora, Jose. ¿Por qué eligieron vivir en la periferia? ¿Por qué se fueron del Focsa?
José María: Es muy difícil decir que uno eligió, porque tú sabes que uno elige pocas cosas en esta vida, las cosas pasan y hay veces que uno tiene cierta potestad para elegir y había otras opciones también. Nosotros queríamos salir de La Habana y buscando algo más íntimo, no tan íntimo que fuera el Pico Turquino, pero queríamos una cosa que nos mantuviera lejos y de forma casual, a través de unas amistades que surgieron, alguien nos comentó que existía ese lugar, en Bauta, en las afueras de Punta Brava y que había terrenos y que había una política incluso, de que fueran profesionales a instalarse allí incluyendo artistas que se quisieran establecer en los pueblos, para, quién sabe con qué ideas en aquel momento, quizás pensando en enriquecer un poco la vida cultural del interior, no sé. Y nosotros hicimos la casa.
Amaury Pérez: ¿Pero llegaron a un terreno baldío?
José María: Había una pequeña propiedad, mínima, la mínima que puede haber, que nosotros nos dedicamos a remodelar, y ampliar, fue un proceso que duró diez años. No fue que vamos a construir y vamos a mudarnos en unos meses, o sea, nos mudamos a los dos años o algo así y hace ya 18 años que vivimos ahí, y después, ya mudados fue que la terminamos, muy poquito a poco, a golpe de, -por eso no debo hablar mal de los encargos-, a golpe de encargos.
Amaury Pérez: Tú me has dicho varias cosas que me llevan a pensar, y me voy a la casa y no sobrevivo muchas veces a esas sentencias tuyas. Una de ellas la quiero comentar ahora contigo. “No hay nada más político que la búsqueda de la belleza”.
José María: Me acuerdo perfectamente cuando dije eso y a quién se lo dije y todo. Era una actividad de esas que le llaman… o era la perspectiva de trabajar en una actividad, de eso que le llaman político-cultural.
Yo insistía, no sólo yo, muchos artistas también insistimos en que había que participar en este tipo de actividades con el arte mejor que tú pudieras hacer. No necesariamente un arte que fuera explícitamente portador de un mensaje político, porque en definitiva y, ahí viene la cita, el verdadero mensaje, el verdadero servicio público que hace el arte es enaltecer al hombre, es hablarle de que la belleza es posible y que al final, sin tú proponértelo, y sin tú poner por delante ni siquiera un mensaje ideológico determinado, tú estás creando valores, estás trabajando en la conciencia de las personas y trabajando en el espíritu de las personas, de una manera, según mi opinión, más directa, más eficiente.
Nosotros trabajamos con emociones y las emociones, a veces, juntan a las gentes más que las propias ideas. Las ideas con mucha frecuencia separan a los seres humanos. Las emociones tienden a hermanarnos.
Amaury Pérez: Y la otra sentencia, Jose, es mucho más arriesgada, tú me has dicho: “El Estado se puede equivocar, La Revolución no”.
José María: Sí, hay una cosa que he tenido muy clara siempre y la tengo clara porque me la hicieron ver muy clara también. Es una cosa que yo aprendí con papá y, por supuesto, con mamá también. Hay cosas que son irrenunciables, hay ideales que son irrenunciables; esos ideales, a veces, están cabalmente representados por las personas correctas en el momento correcto, y son las personas que nos representan, que representan la autoridad, que organizan la vida del Estado, pero también puede ocurrir que no. También puede ocurrir que esas personas se equivoquen, que esas personas no sean consecuentes con esos ideales, o que los mal interpreten o que hagan un uso indebido de ellos, y eso no quiere decir que los ideales sean falsos.
Creo que a las personas que hemos estado cerca, por ejemplo, de las creencias religiosas, ese es un pensamiento que nos es muy afín, porque estamos acostumbrados a, sin renunciar a esas creencias, no transigir ante lo que consideramos que son errores, de la propia iglesia, por ejemplo, o de determinadas autoridades. Hay que ver lo que es la historia de la iglesia católica, es una cosa tremenda, es una historia que está plagada de errores graves y de crímenes graves, sin embargo, los mensajes, los principios, son absolutamente diferentes de eso y son absolutamente inocentes de eso y no están comprometidos, desde mi punto de vista.
Igual siento yo con los ideales revolucionarios en el sentido de que yo no siento que estén comprometidos con las actuaciones de tal o más cual funcionario o autoridad.
Yo creo que esas autoridades pueden acertar y pueden también fallar. Lo que no puede fracasar son estos conceptos dentro de uno, inclusive aunque fracasen socialmente. Pero la forma en que uno se formó, las cosas en que uno creyó, las cosas en que uno cree que está cifrado, inclusive, el único futuro posible del ser humano y de la humanidad, esa confianza, esos ideales que son los que para mí encarna la Revolución, eso no fracasa. Eso no puede fracasar. Aunque los hombres a veces hagan lo posible por hacerlo.
Tengo fe en eso sabes, como la vida tampoco es tan larga, no creo que me de tiempo de cambiar estas ideas de una forma significativa, porque son ideas que tengo desde hace muchos años y que la vida lo que ha hecho es reafirmarlas y enriquecerlas.
No confundir, porque no siempre son coincidentes en su accionar, los mecanismos del Estado y los principios de la Revolución. Hay que tratar de que siempre sean, que sean consistentes, que sean coherentes, que sean correspondientes para algún día estar plena y justificadamente satisfechos con la sociedad que tenemos, cosa que no ocurre, por supuesto, todavía.
Amaury Pérez: “Cuba dentro de un piano” es el título de un disco tuyo. Brevemente, ¿por qué no José María dentro de Cuba?
José María: Bueno, tú sabes que sale de un poema de Alberti, con lo cual quisiera redimirme un poco, porque el título parece…. alguien me lo señaló, parece un poco pretencioso. Y yo solamente quise decir un pedazo, una parte de nuestra Cuba a través de una parte también de mi forma de tocar. Ni remotamente se me ocurrió la idea que hay quien ha interpretado que yo pretendía que Cuba estaba toda dentro de un piano, ni del mío ni del de nadie.
Lo que sí reivindico y lo uso muy frecuentemente en mi obra es el apelativo de cubano cuando hablo de Cuba como el eje de todas las búsquedas y la pasión, así que Cuba por delante, la verdad, siempre esa ha sido mi divisa. De más está decirte que me siento profundamente privilegiado de ser cubano. Y cuando digo Cuba no estoy pensando en una abstracción, estoy hablando de la sociedad y la Cuba concreta que me tocó vivir, con sus luces y sus sombras.
Amaury Pérez: Bueno, Jose, muchas gracias, te despido y despido el programa con el consuelo de ser parte de uno de esos pocos amigos que tienes. Muchas gracias por haber venido.
José María: Sí, sí lo eres, sí, gracias a ti.

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