Chucho conoce el carácter peculiar del son, la contradanza y el danzón, pero también está familiarizado con los estilos del piano de Horace Silver y Bill Evans. A veces pueden escucharse reminiscencias de Art Tatum en las interpretaciones de Chucho, sin embargo, la otra dimensión de su estilo está dada por el absoluto conocimiento del piano clásico cubano (por ejemplo, Cervantes, Saumell, Lecuona)
Luis Tamargo. Notas al CD "Lucumì"
MISA NEGRA es un ritual de música negra que se refiere al mismo tiempo a Africa y más allá de un nuevo tipo de sonido latinizado de gran banda. Pero IRAKERE representa en realidad sòlo la punta del iceberg: Cuba està llena de esa música. El mundo americano europeo occidental simplemente no se ha percatado de eso.
Joachim E. Berendt, Editor de "The Jazz Book", 1986
Si algo llama la atención en los recitales de IRAKERE, es la variación. Impresiona la versatilidad con la que pasan de una variación de un tema de Beethoven a un sabroso cha cha cha, sin olvidar un relajante Rhythm&Blues, hasta una popular guaracha.
Maritza Martín, El Universal, Caracas, Venezuela, 1986
Sus influencias: Son muy diversas. Parten de mi formación como pianista, desde los clásicos, de toda la enseñanza que recibí desde pequeño en música cubana. Hablo de la guaracha, del son, Ñico Saquito, Cervantes, Saumell, Lecuona, Roig, Rodrigo Prats, Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, y de pianistas más contemporáneos como Peruchín y Frank Emilio. Todo eso, más elementos del jazz que he mezclado mucho con la música cubana.
De los jazzistas, las influencias también son muchas: Bill Evans, Oscar Peterson, Winston Kelly, McCoy Tyner, Herbie Hancock
Revista Bohemia (Cuba), Junio 26, 1991
Su estilo: No hemos copiado; no hemos importado. Nosotros hemos creado música, hemos fundido la percusión cubana con la armonía y los estilos de improvisación que tuvieron su cuna en New Orleans... un proceso de fusión de la música cubana, de los ritmos afrocubanos, con el jazz, que comenzó cuando Chano Pozo fue a trabajar a la orquesta de Dizzie Gillespie y surgió el movimiento be-bop.
Revista Bohemia (Cuba), Junio 26, 1991
IRAKERE no es un grupo de jazz latino, sino un grupo de músicos. Tenemos una variedad de elementos que permiten descubrir en nuestro repertorio, al lado de una Misa Negra, un adagio sobre un tema de Mozart, dos cosas distintas, pero que, sin embargo, están dentro de un mismo estilo, dentro de un sello muy personal como es el de IRAKERE.
Porque hacemos todo lo que tu quieras y se te ocurra dentro de lo que es la música, alternando un clásico como Mozart con una historia yoruba de una misa espiritual; pasando de un "Juana 1600", sobre la llegada de los africanos a Cuba, a un canto ñáñigo, una contradanza, una salsa, géneros distintos que no tienen relación pero que se entrelazan cuando los oyes interpretados por IRAKERE.
Revista 91.9. No. 9, Febrero-Marzo 1996, Bogotá, Colombia.
Me siento honrado con la comparación con Art Tatum, porque está considerado como el más grande de todos los pianistas del siglo XX en el jazz. Y esta no es una opinión relativa, sino absoluta, de todos los tiempos. Y además, McCoy Tyner, un pianista que es un ídolo para mí, al lado de Bill Evans. Y tanto de Tatum como de Tyner es de donde más elementos he tomado en los últimos años, pero con otra onda, con otro matiz, con lo africano, aunque ahí está la influencia.
Revista 91.9. No. 9, Febrero-Marzo 1996, Bogotá, Colombia.
Cuando no estoy trabajando, 24 horas me parecen igualmente 24 segundos. Yo tengo un plan de estudio de empezar muy temprano, estudiar las partes mecánicas del instrumento, los ejercicios, generalmente son cosas que hago de 7 a 11 de la mañana; después almuerzo, escucho música, que me relaja mucho, y leo literatura musical, una bibliografía bastante amplia, y, entre eso, y recoger a mis hijos en la escuela, me pasan los días como si nada.
Revista Ritmo Cubano (EGREM) Enero 1997, La Habana, Cuba.
A veces, leyendo la vida de Chopin, de Franz Lizt o de Bela Bartok, por ejemplo, se encuentra uno mismo, porque estos músicos pasaron mucho trabajo en su época, en el sentido de la comprensión. Algunos fueron artistas que estaban adelantados a su tiempo y sufrieron mucho. Yo me identifico mucho, en algunos pasajes, con la vida de Fran Lizt. Es que la historia se repite a veces, hay quien no entiende lo que tú haces. Yo pasé la etapa en que nos comprendió la Misa Negra, a finales de los 60. Se cuestionaban que cómo un grupo de jazz tocaba con tambores africanos, y eso fue muy criticado por algunos musicólogos. Pero yo seguí, yo sabía lo que quería y gracias a eso, Misa Negra obtuvo un Premio Grammy. Si no hubiera estado seguro de los principios con que yo trabajaba, la hubiera desechado.
Revista Ritmo Cubano (EGREM) Enero 1997, La Habana, Cuba.
Prefiero componer bajo inspiración; si yo no tengo el duende ese que te lleva a transformarte y hacer pensar en cosas lindas, en fantasías y escribir cosas hermosas, no escribo nada que no sienta. Espero que venga la musa y trabajo hasta que ella se va. Cuando parte, yo descanso.
Revista Ritmo Cubano (EGREM) Enero 1997, La Habana, Cuba.
IRAKERE ha sido una escuela. Es un grupo en el que aprendí a organizar mi trabajo. IRAKERE realmente chocaba con mi desarrollo pianístico, pero sin embargo, me sirvió para desarrollar al Chucho compositor, director, arreglista... me ha hecho mucho bien el trabajo de 25 años ya con la agrupación y pienso que muchos músicos aprendieron y dieron a conocer su nombre a partir de haber entrado en IRAKERE.
Revista Ritmo Cubano (EGREM) Enero 1997, La Habana, Cuba.
Cuando era muy joven me sentía muy triste cuando me decían: "Chucho hace eso porque tiene 17 años, pero cuando sea mayor, no lo va a hacer, porque se pierden los deseos, el brillo...", y yo me preguntaba: ¿será verdad que algún día yo pierda el entusiasmo por hacer música, por estar más viejo? Hoy puedo decir que me siento igual que cuanto tenía 17 años, con las mismas ilusiones y los mismos deseos de componer.
...en Estados Unidos se hizo una selección de los mejores músicos del mundo para hacer un homenaje a Dizzie Gillespie y resulté seleccionado el pianista para esa orquesta. Yo creo que eso es una prueba de que no he perdido la calidad.
Revista Ritmo Cubano (EGREM) Enero 1997, La Habana, Cuba.
Si no hubiese sido músico, sería un boxeador bueno. En mi familia hubo dos, y a mí me encanta el boxeo, aunque parezca increíble, porque la gente no asocia una cosa con la otra: el arte de las manos aparentemente suaves del pianista y las duras del boxeador.
Revista Ritmo Cubano (EGREM) Enero 1997, La Habana, Cuba.
Chucho Valdés, líder del grupo Irakere, de fama internacional, es uno de los músicos de jazz más conocido de Cuba en el orbe. Según la revista Jazziz, Jesús "Chucho" Valdés es "el pianista más completo en el mundo." Valdés puede conducir a una muchedumbre de gente que baila a un frenesí, tocando los ritmos complejos de las tradiciones religiosas africanas de Cuba, interpretando a los clásicos con técnica impecable y en solitario ejecutando cualquier estilo de jazz imaginable.
Excluido del mercado norteamericano durante muchos años debido al bloqueo estadounidense de Cuba, Valdés, pasados los 60 años, está en la plenitud de sus facultades y recibe cada vez más merecidos reconocimientos dentro y fuera de Cuba.
Chucho Valdés, nacido en 1941, empezó a tocar el piano a la edad de tres años. Su primer maestro fue su padre, un pianista bien conocido, el compositor y director de orquesta Bebo Valdés. A una edad todavía joven se encontraba rodeado de una compañía tan distinguida como el cantante al que todos querían, Beny Moré, y el célebre pianista Ernesto Lecuona, entre otros. Valdés estudió piano más tarde con Zenaida Romeu y Rosario Franco. A la edad de 16, el joven prodigio organizó su primer trío de jazz y a los 18 ya había grabado dos discos de 45 de rpm con RCA Victor. En 1965 se unió a la orquesta de Elio Revé.
Valdés formaba parte de un grupo de músicos sofisticados de La Habana que eran seguidores del jazz, y en 1967 co-fundó la famosa Orquesta de Música Moderna, para la que también compuso. En 1969 creó una de sus primeras obras de gran escala, la "Misa Negra," en la que su estilo ya era evidente: un piano tocado rítmicamente, como si fuera un percusionista experto, con jazz complejo y armonías clásicas.
En 1973, junto con otros miembros de la Orquesta de Música Moderna --entre los que se encontraban el saxofonista Paquito D'Rivera, el guitarrista Carlos Emilio y el bajista Carlitos del Puerto--Valdés fundó Irakere, un grupo que ahora es legendario y que transformó la música popular cubana. Su impacto en la música cubana con su primer éxito, "Bacalao Con Pan," fue inmediato y decisivo.
Un miembro de la orquesta, José Luis Cortés (actualmente director de Nueva Generación NG La Banda) una vez dijo en una entrevista que si los Van Van eran los Beatles de Cuba, Irakere era los Rolling Stones.
El grupo mantuvo una identidad dual del principio: una banda de baile popular y un grupo intenso de virtuosos del jazz, que fusionaba el espíritu afrocubano con una perspectiva amplia del jazz. Mucha de la música moderna de baile cubana procede del timbre establecido por Irakere, y muchos de los mejores instrumentistas de Cuba se dieron a conocer tocando con la orquesta.
En 1978 hubo en Estados Unidos un cambio en relación a la música cubana, bajo la administración de James Carter e Irakere se convirtió en el primer grupo moderno cubano fichado por un sello norteamericano (Columbia), y su primer álbum Misa Negra ganó un Grammy--que se lo entregó el entonces presidente de NARAS, Michael Greene, quince años más tarde. Ese mismo año, Irakere también recorrió los Estados Unidos como telonero de Stephen Stills.
Aunque Valdés todavía aparece de vez en cuando con Irakere, en los años recientes ha enfocado su tiempo y energía a desarrollar su carrera en solitario. Desde mediados de los 1990 la visibilidad creciente de Cuba como uno de los centros mundiales de la música, y sus visitas más frecuentes a los Estados Unidos les ha dado la oportunidad a muchos músicos, público y críticos para familiarizarse con la música de Valdés.
En 1997 fue invitado especial en la actuación del proyecto Cristol de Roy Hargrove, integrado por numerosas estrellas del jazz, cuya grabación en La Habana ganó un Grammy en 1998. También presentó conciertos en solitario que recibieron los elogios unánimes de la crítica en el Lincoln Center y el Instituto Smithsonian.
El 6'6" que Valdés mide hace que su estatura resulte imponente. Su virtuosismo, su oído rápido, su facilidad de captar la estructura y su conocimiento enciclopédico de todos estilos de música se ponen al servicio del su forma dramática de tocar. Como escribió Peter Watrous en el New York Times tras una actuación: "Los solos del Sr. Valdés, mezclando racimos de notas brillantes salpicados con tumbaos y desarrollos muy arriesgados que le trajeron varias ovaciones en pie."
Parece ser que no hay ningún límite a los poderes musicales de Chucho Valdés. Puede interpretar con los mejores improvisadores del jazz, ser un salsero mágico, o tocar Debussy --todo lo anterior prácticamente al mismo tiempo.
Georgina Torriente Robert. Cubavisión. Diciembre 2002.
El embajador de Cuba ofreció al músico una comida de bienvenida en México
Chucho Valdés ha dotado de orgullo y calidad a la música cubana
El pianista anuncia que su presentación con Diego El Cigala el sábado será una manera de reivindicar lo ocurrido la vez pasada en el Salón 21. Compartió el lugar de honor con Aleyda Guevara, hija del Che
El pianista Jesús Chucho Valdés, ubicó el embajador de Cuba en México, Jorge Bolaños, "es un clásico". Este músico ejemplar, valoró Aleyda Guevara, hija de Ernesto Che Guevara, "ha realizado un rescate cultural impresionante que ha demolido la lógica misma del neoliberalismo, al poner de relieve las raíces sonoras cubanas con los elementos africanos y de otras culturas musicales para trascender los límites del jazz, una música que irónicamente tiene su origen en Estados Unidos". Es un grande entre los grandes, consensaron los circunstantes. Ante lo cual Jesús Valdés se llevó las manos a las mejillas, abrió en "o" ojos y boca y luego sonrío, en señal consecutiva de sentirse apabullado y agradecido. Homenajeado.
Esto ocurrió la tarde de este miércoles en la residencia del embajador de Cuba durante un ágape de bienvenida a Jesús Valdés, quien este sábado depositará su inmensa humanidad (tanto en sentido físico, pues tiene aspecto de basquetbolista, como en sentido figuerucho, porque siempre pone el alma donde pone la tecla) sobre un enorme piano para catapultar la voz también de altura y hondura descomunales del igualmente legendario Diego El Cigala.
Chucho Valdés y Diego El Cigala presentarán su espectáculo Lágrimas negras este 25 de septiembre, a las 20 horas en el Auditorio Nacional. Será, anuncia a La Jornada Chucho Valdés, "un concierto similar en cuanto a repertorio al que presentamos hace tres meses en México, pero esta vez habrá nuevos materiales, los que estarán contenidos en el nuevo disco de El Cigala y Bebo Valdés: Lágrimas 2, además de algunas sorpresas".
Será también, dijo en un aparte a este reportero el músico, una manera de reivindicación de las desafortunadas condiciones en las que se realizó el concierto del 2 de junio pasado en el Salón 21, cuando hubo sobrecupo y pésima amplificación. Todo parece indicar, en cambio, que la comodidad, la estupenda isóptica y las cualidades acústicas del Auditorio Nacional propiciarán la atmósfera necesaria y suficiente para una historia distinta a la registrada en estas páginas el 4 de junio pasado ("Lágrimas negras en un lugar para llorar").
En preparación para esta nueva fecha crucial, Chucho Valdés departió y compartió. Mojitos, frijolenegro con arroceblanco y carne de cochino y plátanomacho y mácarnita y otromojito, caballero. Menú cubano. Personalidades entre la, dirían Los Clásicos, selecta concurrencia: Claudia y Germaine Gómez Haro, Betsy Pecanins, Tania Libertad, Enrique Semo, Armando Romeu, Lourdes Barrera.
Sólo faltó un piano, según lo hizo notar el pianista, porque Valdés estaba puestísimo para jazzear. Y sólo faltó un brindis, el de Diego, porque El Cigala sintióse indispuesto luego de las horas de vuelo y el jet lag, según lo disculpó Chucho Valdés.
El lugar de honor lo compartió el pianista con Aleyda Guevara, quien cumplía una -otra vez vale citar a Los Clásicos- apretada agenda, que incluyó actividades en la UNAM, una entrevista con la reportera Blanche Petrich para La Jornada, y estas palabras también para este diario: "Chucho Valdés -dijo la hija del Che Guevara- ha realizado aportes fundamentales para la cultura latinoamericana contemporánea. Con los materiales oriundos de Cuba, con los ritmos de Africa, con las distintas corrientes que confluyen en la modernidad, ha hecho un rescate cultural enorme que se contrapone y supera todos los afanes de 30 años de neoliberalismo que se han dejado sentir hasta en la música. Chucho Valdés en cambio, ha dotado de orgullo y calidad la música de Cuba y la música del mundo".
Fue entonces cuando desde la mesa de honor, el embajador Jorge Bolaños hizo sonar, con acompasado vaivén de inconfundible sabor cubano, una pluma fuente contra una copa de cristal para llamar a un breve silencio coronado con las palabras en honor del pianista. "Chucho Valdés es un clásico", rubricó el embajador. Fue entonces cuando todos disparamos contra el pianista: es un grande entre los grandes.
Y fue entonces cuando Chucho Valdés se llevó las palmas, porque todos le aplaudimos y se llevó también las palmas de sus manos a las mejillas e hizo los ojos y la boca en forma de "o". Y sonrió, en señal de anticipo del tremendo ágape para los sentidos que compartirá la noche del sábado, con Diego El Cigala, en el Auditorio Nacional.
Pablo Espinosa. Cubavisión. Diciembre 2002.
Chucho Valdés (Quivicán, La Habana, 1941)
Es considerado uno de los mejores pianistas del mundo y un compositor a tener muy en cuenta, con obras como Mambo Influenciado y Misa Negra, concierto este que abrió caminos a las actuales generaciones de músicos cubanos.
Por su trayectoria en el arte, que incluye también la docencia, ha recibido en su país, las medallas Por La Cultura Nacional, Alejo Carpentier y Félix Varela, entre otras altas distinciones, así como los grados de Doctor Honoris Causa en universidades de Canadá y Cuba.
Inmenso talento, manos privilegiadas con dedos que superan una octava en extensión, afamados escenarios - como los estadounidenses Carnegie Hall, Lincoln Center y Kennedy Center, el británico Ronnie Scott o los teatros cubanos Carlos Marx y Amadeo Roldan-, 10 nominaciones y tres premios Grammy, son algunos de los ingredientes que van haciendo de Chucho Valdés, una leyenda del jazz y de la música en general.
En su más reciente quehacer artístico figura un trabajo discográfico, por primera vez en la vertiente clásica, con obras suyas y de Lecuona, Chopin, Debussy y Ravel. Grabado para el sello Engel, de la RCA Víctor, el disco fue producido por Max Wuilcox, productor habitual de ese grande del piano que fue Artur Rubinstein.
Soy el más feliz de los esclavos. Comencé a tocar el piano a los tres años y no he dejado de estudiar ni un día. Pudiera pensarse que esto es una esclavitud, pero, ¡Que maravillosa! Vivo para crear, para estudiar la técnica del instrumento y buscar un camino nuevo, una idea nueva, tratando siempre de renovarme.
He sido un soñador, pero he sido también un trabajador. De niño soñaba verme en un teatro, improvisando, y me parecía que ese momento no llegaría nunca. He logrado cosas que creía imposibles, he enfrentado problemas que consideraba sin solución, porque nunca he perdido la voluntad. Creo que lo hecho por un hombre, por un músico, otro puede hacerlo también, y cuanto más difícil resulta, mas fuerte me hago.
No soy un gran bebedor, uno o dos tragos, no mas, de aguardiente o whisky. Mis vicios son el boxeo, la caza y la pesca. Puedo pasarme todo el tiempo viendo peleas de boxeo.
Algunos consideran que el boxeo y la música son contradictorios, pero yo sostengo que ese deporte es un arte. La afición por la caza y la pesca viene de mi origen guajiro. En Quivicán, donde nací, solía a salir con mi tío a cazar con tirapiedras. También pescábamos, al igual que después en Santa Amalia, donde crecí.
Me gusta muchísimo caminar, sobre todo a la orilla del mar. Cualquiera que pase por el Malecón puede encontrarme alguna vez caminando o sentado en el muro, mirando la puesta del sol en el horizonte. Me encanta y lo disfruto solo; porque necesito a veces cerrarme en mi mismo para analizarme y relajarme.
Detesto la mentira y la hipocresía; aprecio la sinceridad, la verdad. Y entre las cosas más importantes que tengo esta el amor de mi familia. Sin embargo, el amor conyugal no me ha sido tan propicio. No culpo a nadie, sino a mi irregular sistema de trabajo y de vida. Paso tiempo fuera de mi hogar; y en casa, paso tiempo aislado, componiendo, estudiando, madurando alguna idea. Quien ama debe ser capaz de comprender esas circunstancias.
Mi primer matrimonio fue con el piano, y ese es para siempre. El segundo, puede ser con una mujer, que adore, pero ella tiene que casarse también con el, porque de lo contrario, no nos podremos entender.
De mi carrera he recibido grandes satisfacciones, entre ellas, tres premios Grammy. Me complacen en particular el primero, en 1979, porque fue por mi trabajo en la orquesta Irakere, como una suerte de reafirmación de las ideas que soñaba desde muy joven, y el ultimo, en el 2000, porque lo gane como pianista.
A pesar del camino andado, y de los reconocimientos, aun me faltan cosas por hacer. Me gustaría, por ejemplo, estudiar y tocar el concierto No 2 de Rachmaninov, pero sobre todo, hacer aporte en este infinito campo de la música.
Precisamente, a algunas de estas tareas pendientes me dedico ahora. Acabo de grabar mi primer disco clásico, que incluye piezas mías para piano, desconocidas hasta el momento.
Es el trabajo más perfecto que he hecho y es el sonido más perfecto que he logrado en grabación de piano. Y en noviembre emprenderé mis primeras giras con orquesta sinfónica. Ya estoy armando mi repertorio con obras que voy componiendo para, en lo adelante, realizar un par de giras al año, que pienso, marcaran un matiz diferente dentro del contexto de la música llamada sinfónica.
Nuevos proyectos, porque lo lindo de esta carrera es que no tiene edad, ni tiene fin.
Fuente:http://www.fenix.islagrande.cu - Enero 2003
CHUCHO VALDÉS: UNA VIDA PARA EL PIANO
Siento necesidad de hablar desde las raíces. El aporte del negro, arrancado de su tierra por la fuerza, la formación de la música cubana debe ser reivindicado sin que medie un ápice de vergüenza.
Enorme como un basquebolista, con unas manos de dedos afilados y ansiosos, que superan una octava en extensión, Dionisio de Jesús Valdés, que en la vida calza el simple apelativo de Chucho, es uno de los mejores pianistas del mundo, sea dicho así, llanamente. A propósito de su tercer Grammy –los anteriores con Irakere en 1978 y 1996 con Havana, el disco que coprotagonizó con el trompetista Roy Hargrove y una banda cubano norteamericana, y ahora con Live at the Vanguard Village– le comento lo que son las cosas de la prensa. “Dicen que eres tan bueno como Oscar Peterson. ¿No será mejor decir que Oscar Peterson es tan bueno como tú? Y nos reímos con algo que alguna vez comentó el poeta Fernández Retamar, amigo común.
Suele afirmar Roberto que cuando escucha la frase que compara a Matanzas como la Atenas de Cuba, siempre ha estado tentado a invertir los términos. “¿Por qué no decir que Atenas es la Matanzas de Grecia?
Chucho es un eterno adolescente. Tímido, jovial, abierto al conocimiento, entregado al estudio diario. Poco después del tercer Grammy recibió una llamada telefónica muy importante: desde Nueva York venía la voz de Lorraine Gordon, la propietaria del Vanguard Village, gran amiga de Chucho y de Cuba. Allí grabó el disco en vivo, en el mismo piano que encumbró la imaginación de Bill Evans. Lorraine acota: “Desde hace algún tiempo yo digo que este es el piano que toca Chucho Valdés.”
Le propongo una ronda de preguntas para que los lectores lo conozcan más de cerca.
– ¿A quién le debes la música?
–Indudablemente a mi padre, Bebo Valdés. Dicen, yo no me sentaba en el piano, tal vez por seguir los pasos de mi padre, que era, y es, un pianista tremendo. No te imaginas lo que significó para mí compartir con él la filmación de la película de Fernando Trueba, Calle 54, que patrocinó la SGAE. Él vive en Suecia y está de lo mejor. Mi madre también me estimuló mucho para que me entendiera con la música. Bebo y mamá eran como dos soldados de guardia: uno descansaba y la otra tomaba posesión; me tenían un gardeo tremendo para que estudiara. Tengo muy buenos recuerdos de ellos, me hicieron una infancia agradable.
– ¿Cómo ves, a estas alturas, tu aprendizaje académico?
–Fue bueno, pero no el más perfecto. Tuve que llenar muchas lagunas, ya grandecito, con Rosario Franco y Zenaida Romeu. La academia de la época mía era floja, no era la de hoy, en que mis hijos estudian piano con un rigor extraordinario. Por cierto, nunca olvido una lección que dio Zenaida. Yo tocaba rapidísimo, y ella me hizo la siguiente observación: “Muchacho, la cuestión no es tocar muchas notas, sino expresar lo que cada nota dice.”
– ¿Qué significó para ti la estancia en el Teatro Musical de La Habana, en el inicio de los 60?
–Una verdadera escuela. Allí me encontré con gente que influyó de manera decisiva en mi formación. Leo Brouwer, que para mí es el músico cubano más importante de la segunda mitad del siglo XX, y cuidado; con el norteamericano Federico Smith, de quien aprendí muchos de los secretos de la armonía avanzada; con Alberto Alonso, que me incitó a escribir música para ballet. Y allí comenzó la historia de Irakere, aunque parezca increíble, porque muchos años después, mi gran amigo desde entonces, el guitarrista Carlos Emilio Morales, me acompañaría en esa gran aventura que hoy permanece.
–Todos te conocen por ser un hombre del jazz y de la música popular bailable. ¿Cómo te reconoces en el campo de la música clásica?
–Chopin, Mozart, Bach, Beethoven, Debussy, Lizt. Sin ellos no es posible el lenguaje del piano, sea que toques jazz, sones, danzones y todo lo que se te ocurra. Lecuona, Cervantes, Harold, Leo Brouwer, Juan Blanco... la línea continua de la música cubana de concierto me enriquece enormemente. Para mí no hay diferencias: lo clásico y lo popular son divisiones absurdas que se superan si tocas creadoramente el piano.
– ¿Qué recuerdos tienes de la Orquesta Cubana de Música Moderna?
–Un momento estelar de la música cubana, que debe tenerse siempre en cuenta. Tuvimos buenos directores. Un lugar de honor para Armando Romeu y Rafael Samavilla.
Tu revelación mundial transcurrió durante el Festival Jazz Jamboree, de Varsovia, en 1970.
–Allí fui con el quinteto. Habíamos vivido muy aislados del movimiento jazzístico internacional durante los 60. Una época de incomprensiones e inconsecuencias que por suerte quedó atrás. Me sorprendí mucho cuando la crítica me clasificó entre los mejores cinco pianistas de jazz del momento en el mundo.
– ¿No fue ahí el lanzamiento internacional de Misa negra?
–En efecto. Después la retomé y redondeé con Irakere. Sentí necesidad de hablar desde las raíces. El aporte del negro, arrancado de su tierra por la fuerza, la formación de la música cubana debía ser reivindicada sin que mediara un ápice de vergüenza.
– ¿Cuánto quieres a Irakere?
–Es el taller por excelencia. Taller para experimentar y comunicarme con mi gente. Fue un desafío y lo es todavía. Fue mi idea. (Algún que otro mercenario, que llegó, por cierto tarde a la banda, anda diciendo por ahí que él fue quien inventó a Irakere. Le crecerá la nariz como a todos los mentirosos, le digo a Chucho a manera de constancia histórica.)
– ¿Cómo te ves en el futuro?
–Con el piano a cuestas. Con la satisfacción de haber fundado una familia de músicos. Con la alegría de saberme útil y querido en un país que no cambio por nada. Tomado de Correo de Cuba, Año 7, segundo trimestre 2001.
Pedro de la Hoz La Habana
Tomado de Correo de Cuba, Año 7, segundo trimestre 2001
http://www.lajiribilla.cu/2002/n70_septiembre/1666_70.html
UNA ESTIRPE CUBANA DE LA MÚSICA
El aroma de Oshún le recordaba la confesión del secreto. El secreto durmió en la cabeza de Caridad Amaro durante doce años, cuatro meses y cinco días. Antes no podía confesárselo, peligraba su encanto. La miel, más oscura que el ámbar por el jugo azucarado de las flores, le refresca la memoria. Es una erosión inquietante, como el tiempo de espera. La sofoca, la deja sin aliento, y la refresca. Siente en los labios, el sabor de la fruta desconocida. Llegará igual que la premonición, de la mano de un sueño o desde el susurro de las sombras. En el momento de la confesión, Caridad dejó libre su bastón, parecía más joven que la mañana anterior, y sin consultar el almanaque como otras veces, habló de un tirón.
-Tu hijo te lloró en la barriga. Tu hijo será algo grande.
Pilar Rodríguez ignoró las lágrimas traviesas al escuchar a su suegra. Ella lo había pedido: "Quiero que mi primer hijo sea varón."
El niño llegó el 9 de octubre de 1941. Pesó doce libras, era lindo, rosado, de ojos azules, y grandes. Hermoso, muy hermoso. El nacimiento no fue una rutina. Hubo algo más, que flotaba en la vieja casona de Quivicán, donde conoció los sobresaltos del amor, y de la música. Le dejó el nombre de entrada al mundo, Dionisio, y se lo encomendó a Jesús. Antes del año, volvió a escuchar el oráculo de su suegra en voz de un desconocido: "Señora, ese niño será algo grande en el mundo." La sorpresa dejó de acompañarla, el misterio se volvió cotidiano. "De un tronco fuerte, salen ramas fuertes", se decía. Tiempo después, comenzó a confundir, a veces, el nombre de Bebo con el del hijo, que llamaban Chucho, y ya era grande. La brújula del amor tiende puentes superiores a la lógica, y a la razón. Sólo un escalofrío le recorrió la espalda, cuando a los tres años, el niño ocupó la banqueta del padre ante el teclado, y comenzó a recrear la melodía de una canción infantil. Supo que para su hijo, la música sería "una iluminadora altura, que no dejaría de reír, porque el músico goza con lo que hace. En fin, hacer música y pasarla bien serían una misión en la vida". Tal vez estas ideas se las escuchó antes a Bebo, las elaboró su experiencia de cantante natural, afinada e intuitiva o nacieron al calor de las familias de ambos, al compartir el alborozo del son, la guaracha, el bolero, el jazz, y todo lo auténtico y sonoro de la isla que extiende su mirada al mundo, y lo deslumbra.
Raíces adentro
La Habana es una ciudad de luces y sombras, de grises al amanecer, y naranjas en la tarde, que se vuelven violetas al llegar la noche. Es ruidosa, bullanguera. Huele a mar, se viste de albahaca, girasoles, tambores, descargas, y acoge a cientos de familias en sus barrios.
En uno de ellos, Santa Amalia, sembraron "el Bebo" Valdés y su familia, alegrías y nostalgias añejadas por ritmos y melodías, que flotan en el aire desde la década del cuarenta.
La casa de Pilar, espaciosa y ventilada, conserva la fragancia del feeling, que renovaban César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Tania Castellanos, Lázaro Peña, Ñico Rojas; la pasión de los dúos informales de la anfitriona con sus hermanos y los cantos africanos de los padres; del jazz, el folclor cubano y la música yorubá.
Por ley natural, sus otros hijos, Raúl, "Taíto", y Mayra Caridad, "Cachita", emprendieron la aventura de desentrañar la magia del arte de los sonidos. Taíto empezó con la trompeta, y se decidió por la electrónica; Cachita eligió Dirección Coral en la Escuela de Arte, en principio, y la fusión del jazz con nuestras raíces como destino profesional.
Silvano Valdés, hermano de Bebo, llega de improviso. Así hay que visitar a Pilar, porque Pilar no tiene teléfono. Y ella, por fidelidad a los vecinos, a las viejas paredes, a éste que es su mundo, y no cambiaría por ningún otro, se resiste a mudarse definitivamente para el Casino, donde pudiera estar mejor, y sobre todo en comunicación auricular con su gente.
-Silvano era un tremendo bolerista- dice ella.
Él sonríe y trata de suavizar el verbo en pasado con un movimiento inquieto del cuerpo, y de la cabeza, pose que adoptaba al hacer la voz segunda del dúo con Lázaro, hermano de Pilar. Y en el gesto, desbordan sus sentimientos, porque "el bolero es eso". Y no, no admite dejarle al tiempo anterior y a la distancia, un olor que está ahí, al alcance de las manos, acariciándoles el rostro.
La memoria de Silvano fluye cálida, con feeling: "Bebo, desde muchacho, se aprendía las cosas nada más que de escucharlas. En eso se parecen mucho él y Chucho. Bueno, en eso, y en tantas cosas. Sobre todo, en el talento, y en la imaginación desbordante.
"Bebo escribía y escribía, y al juntarlo todo, sonaba raro, pero sonaba de verdad. Por los años treinta, conoce a los Barreto: Guillermo y Robert, que tocaba tremendo saxofón, y empiezan a hacer jazz en varios lugares, incluso en televisión.
"En un cabaré habanero lo escucha un productor norteamericano, Norman Granz, quien le encarga hacer un arreglo para una canción de Rita Montaner. Con Granz graba en l952 la primera descarga de jazz que se registra aquí." Silvano paladea el coñac que Pilar le ha servido. Igual que antes bebe un sorbo, y agrega:
"Durante muchos años, el centro del jazz en Cuba estuvo en Tropicana, donde tocaba Bebo. Él fue asesor musical del cabaré. Los músicos lo buscaban para que les hiciera arreglos a sus números, el éxito era seguro." "Y como a Chucho no había que mandarlo mucho, allá iba con el padre, a tocar con su orquesta Sabor de Cuba. Bebo se dio cuenta de que el muchacho prometía. Y le dijo: 'A la música hay que dedicarse en serio. No quiero niño prodigio. Nada de tocar por inspiración. Tienes que estudiar, y leer la partitura'."
-¿Cómo reaccionó Chucho?- indago.
Y como si esperara la pregunta, se vuelve hacia la amiga, que invité, consciente de que podía enriquecer la historia.
El gusto de las palabras no le basta a Milagros Rodríguez para hablar de la niñez junto a Chucho. Desliza la mirada por el portal y el patio de las antiguas correrías. Una chispa de ingenuidad y humor, le cambia la expresión. El melódico timbre de su voz, le viene de aquellos años, cuando el canto era su afición.
Vino con su luz
"Nos criamos juntos. Más que tía y sobrino, somos hermanos. Me encantaba salir con él, le sacaba música a todo. Le divertía ese juego. Era uno de sus preferidos. Fue primer expediente en la escuela. Estudió inglés con unos vecinos jamaicanos. Siempre ha sido curioso, observador. Él vino con su luz, pero se dedicó a los estudios, al trabajo. Le ha costado mucho alcanzar la profesionalidad, y el reconocimiento. Su padre se lo decía: 'Jabao, hay que luchar'. Chucho no es de esos músicos que se acomodan a la fama." Se le achican los ojos, como si escudriñara en un camino transitado. Las palabras vuelven, impulsadas por la euforia de la pasión.
"Bacalao con Pan, Yo soy de La Habana y A romper el coco, entre otras canciones que compuso por los 70, se deben al insomnio de algunas madrugadas. A veces, al llegar de un bailable, hablábamos, y de pronto me decía: espérate, espérate, que tengo una idea, y se iba para la mesa del comedor, donde se quedaba hasta la mañana."
"Irakere rompió esquemas por aquella época, al incorporar a la sonoridad de una banda de jazz la raíz latina y las esencias formadoras de nuestra música. De ahí sale lo que llaman el 'despelote', que el cubano identifica como ritmo auténtico y mucho sabor." "Chucho no baila, pero es muy jaranero, juguetón, alegre, y eso se refleja en su obra. Tiene buen carácter, y días malos, como cualquiera. Es preocupado por sus hijos, y ha logrado transmitirles amor hacia la música. Claro, eso se lleva raíces adentro. Lo demuestra mi sobrina Cachita, quien tiene una voz preciosa. Acaba de grabar un disco en Canadá, y cada vez que lo escucho lloro de emoción. Me ocurre igual que con los Grammy de Chucho".
Siente un cosquilleo en la garganta. Pide agua, pero el agua no es suficiente. Mira a su hermana.
Pilar es una de las madres más mimadas de Cuba. Cachita la llamó a la casa del vecino para prometerle, y seguro que lo cumple, que vendrá más tarde, antes de irse de viaje. Chucho tiene un concierto con Herbie Hancock, y pasó por la mañana. De Taíto recibe el beso diario.
Las hermanas del Pilar, los nietos, y el resto de la familia no esperan un día de celebración o los cumpleaños para encontrarse en Santa Amalia. Bebo parece que salió de casa el día anterior. Uno siente en esta casa, el vigor de un eje imantado, que se me antoja igual al del gitano Melquíades en Macondo. Sin ahuyentar la magia, Cachita explicó el porqué al regresar de viaje: "Nos enseñaron a amar, que todos tenemos virtudes y defectos y el respeto al otro."
Diva Yemayá
En Yemayá, dueña de los mares, se asienta la fe espiritual de Mayra Caridad Valdés. La de diva mayor se la otorgaron los públicos de diferentes países. La comparan con el scat song de Ella Fitzgerald aunque interprete un bolero. En esencia, su reino parte del mestizaje de la cuna, y del país que no cambia por otras naciones o ciudades. Más que sumergirse en La diosa del mar, último disco grabado en Toronto, Canadá, en solitario, junto a varios músicos, la mayoría, de Irakere, y que resulta elocuente en cuanto a la huella de un estilo, y la diversidad de su registro vocal: abarca danzonete, baladas, afro jazz, guaguancó, me cuenta que lo conseguido no es sólo un don del cielo. "Nací del vientre de una cantante, y atrapé algo de la maestría que respiraba en el hogar. No me crié con mi padre, pero mi madre me enseñó a quererlo y respetarlo. Él estaba ahí, con su rigor y perseverancia. Igual que mi hermano, artista de renombre. Tuve que abrir los caminos çon mi esfuerzo. Al pasar el tiempo, Chucho me llamó, y me dijo: 'Estás preparada. Ahora puedes venir conmigo, haremos una serie de cosas juntos'. Estoy orgullosa de eso. Para estar a su lado hay que tener talento."
-También a ti, te acaba de sonreír el Grammy.
-Una sonrisa que hace temblar, ¿no crees? En Live at the Village Vanguard, disco por el que Chucho recibió su tercer Grammy, interpreto Drume negrita, de Eliseo Grenet. Chucho demuestra, de nuevo, su virtuosismo. Yo diría que renovado. Hay de todo en el disco: son, danzón, habanera, punto cubano. En fin, cubanía, donde la fusión y la mezcla demuestran su vocación definitiva".
Le pido una mirada al músico a distancia. Lejos del acicate de la sangre. Se quita las gafas de sol para secarse el sudor. Creo que son los mismos ojos claros de Chucho, tal vez más pequeños. Y sin la protección de los cristales, no obstante el resplandor de la terraza, dice:
"Su música es un poema. Tiene un talento extraordinario." Mayra Caridad Valdés guía su vida sin aire de complacencia. Se volvió audaz al calor de la familia. En 1970 triunfó con el jazz en Todo el mundo canta. Por este programa de la TV sólo pasaban cultores del bolero, la balada, y ella rompió esas convenciones. La voz le permite sacar a la luz lo que lleva por dentro. Alegrías, nostalgias, sinsabores, sueños. No podría lograrlo con los dedos, ni con un instrumento. Estudió piano, pero siempre supo que "no sería una gran pianista". Su voz prodigiosa repite, ahora, que cada día es un desafío.
Energía caliente
El timbre del teléfono al otro lado. Este es el quinto o sexto intento, no sé.
-Oigo. ¿SÍ?-La impaciencia también del otro lado.
-¿Chucho? Eres el mejor pianista del mundo, y el más complicado, incapturable- suelto rápido.
Una carcajada, y la respuesta.
-De lo primero tengo dudas, de lo segundo, no. Mañana sábado podemos encontrarnos. Sé que el otro día no terminamos de hablar, ni el anterior tampoco. Te espero al mediodía. Seguro que estarán mi madre, Cachita y... ¿De acuerdo?
-Perfecto.
Colgamos.
Y cómo no estar de acuerdo si éste ha sido el reportaje más complicado de mi vida, hasta ahora.
Dionisio de Jesús Valdés Rodríguez nunca se ha ido de Santa Amalia, aunque ahora vive en Miramar, en una residencia que comparte con dos de sus siete hijos, Jousi y Jeisi. Aunque la casa es inmensa, linda, acogedora, él prefiere, para conversar, la mesa del comedor.
De un lado nos mira una foto suya, hecha en estudio. Es perfecta, pero no se parece a él. Chucho es éste, que se mueve con energía caliente, tamborilea con los dedos ansiosos en la mesa, igual indica su rítmica con el pie en el piano "para afianzar el tiempo".
Chucho tiene sus toques personales, que se multiplican o racionan en dependencia del resultado que quiera lograr, puede ser percutivo o cantable. No hay un método establecido. Y seguro que nunca se decidirá por uno. Eso sería embridar su pasión y su magia. Ahora aspira a ser más organizado y "tener tiempo para las entrevistas, y otros planes que le han propuesto".
La diversidad más elocuente de su obra se respira en los tres Grammy recibidos. Los tres son diferentes. El primero llegó con Irakere en 1978; el segundo lo recibió por Havana (1996), lo coprotagonizó con el trompetista Roy Hargrove y una banda cubanonorteamericana, y el más reciente, Live at the Vanguard Village, es una muestra de la continuidad de su carrera donde la fusión y la mezcla constituyen una vocación muy definida.
Todo esto me hace preguntarle:
- ¿Estoy ante el músico perfecto?
Sonríe, y niega con la cabeza sin abandonar el tamborileo.
-El músico perfecto, ni existe, ni existió. Ojalá que se pueda lograr algún día. Uno siempre tiene cosas por perfeccionar. Unas son más difíciles que otras. Me falta perfeccionarme más como pianista y compositor. Dominar algunas cosas en el piano, lo consigo poco a poco con horas de estudio y trabajo. Tener metas y dificultades que vencer me motiva y le da contenido a mi vida musical y personal.
-Herbie Hancok se ha declarado estudiante de tu música.
-¿El dijo eso?-, pregunta al tiempo que arruga el entrecejo. Hace una pausa, y responde:
-En la historia de la música ha sido muy importante la retroalimentación. He estudiado a Herbie durante más de treinta años. Creo que es el pianista de jazz más importante del siglo veinte, para mi gusto. La mayoría de los músicos comparten esa opinión. Él tiene sus características, yo tengo las mías. Herbie es un arquitecto, un creador del jazz. Posee la imaginación más ilimitada que he conocido musicalmente en el género. Puede tocar cien veces una pieza, y siempre lo hace distinto. El virtuosismo más grande reside en eso. No en la agilidad mecánica, ni en la rapidez; sino en la creatividad.
Chucho detiene el tamborileo, coloca los espejuelos en la mesa, y prosigue:
-Tengo una imaginación rítmica grande, debido al conocimiento de la música afrocubana, de la rítmica de los ancestros africanos, los tambores batá y arará. Aplico toda esa rítmica. De Herbie he tomado su rica armonía para ponerla sobre mi ritmo. Puede ser que él esté en estos momentos tomando algunos elementos rítmicos para incorporarlos a su estilo. Sé que ambos podemos tocar juntos con los ojos cerrados, tenemos una compenetración musical tremenda. Debe ser porque él conoce muy bien su estilo, y el mío.
Coloco ante Chucho una interrogante, que parece simple, pero puede ser una trampa para conocerlo mejor, y no me equivoco.
-¿El piano? Y me responde como cuando se habla de un amigo, del amor de la vida.
-Es el ser con que más comunicación he tenido en toda mi vida. El se ha enterado de todos mis secretos antes que nadie. Cuando me oyen tocar saben si estoy contento, triste, eufórico. Todos mis estados anímicos, desde que nací, desde los tres años, han pasado por el piano. No soy un androide, me sé comunicar con los humanos, y me gusta hacerlo. Pero sé que el piano me conoce, y me quiere, aunque no tiene cerebro. Debe ser porque tiene corazón, ¿no?
Recuadro
Chucho Valdés ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Música en interpretación por "el elevado y extraordinario virtuosismo como intérprete instrumentista, la dinámica y eficaz versatilidad en disímiles estilos de lo bailable y lo concertante. Su trascendencia nacional e internacional en los más exigentes círculos musicales y de crítica especializada, los honores recibidos de notables universidades e instituciones cubanas y foráneas, y en los certámenes más renombrados de su esfera, unido a una vertiginosa y excepcional carrera".
Sahily Tabares La Habana Revista Bohemia. Año 93. Número 17.
CHUCHO VALDÉS
EL ARTE ESTÁ POR ENCIMA DE LA POLÍTICA
El pianista y director Chucho Valdés pasó este otoño por Málaga y Granada. Considerado el pianista vivo mejor dotado de esta música por muchos sectores de la crítica, es el único músico cubano residente en la isla capaz de ser reconocido como genio hasta por la industria norteamericana, que le ha concedido cuatro premios Grammys y lo incluye habitualmente entre sus nominados. La música está por encima de la política, asegura, e incluso por encima de los gustos y estilos: ha hecho jazz, latin, salsa, bailables, boleros y su último disco es estrictamente una grabación de música clásica.
- Su padre Bebo participó en este Festival hace dos años. Él decía que usted tocaba el piano ya a los tres años.
- Eso dice mi padre, y Cachao que iba por allí. Yo no me acuerdo (risas) pero sí que desde que uso de razón yo toco el piano. Pero el piano es un instrumento muy difícil y no terminas nunca de aprender.
- Sus conciertos tiene fases absolutamente volcánicas, explosiones que casi parecen incontrolables ¿Cómo nota esa frenética actividad improvisadora?
- Yo normalmente pienso en el tema que estoy tocando y empiezan a venir ideas. Y sí, paso por todos los caminos. Con la historia del minimalismo tengo mis dudas: los seres humanos son diferentes y cada uno se expresa de una manera diferente, unos hablan tranquilamente y otros más apurados. La improvisación es un discurso igual. Yo creo que cuando hablas lo puedes hacer de todas formas según tu estado de ánimo, mi concepto tocando es ése. Hay quien piensa que el minimalismo es la esencia. Yo digo que Art Tatum fue un genio del piano virtuoso y se expresaba y entendía a altas velocidades, pero Monk era otro genio infinitamente más económico. No hay patrones. Ahora, los pianistas que van veloces pueden hacerlo despacio, lo otro está por demostrar.
- Minimalismo el del acompañamiento a su padre en la película Calle 54, no se sabía si tocaba o escuchaba.
- En ese momento hacía tanto tiempo que no tocaba con mi papá que ciertamente escuchaba. El primer dúo con él lo hice en 1960, la siguiente fue la de la película, cuarenta años después. Yo no quería tocar, sólo acompañarle suavemente para disfrutar de su compañía, ya que ignoro cuando volveremos a poder tocar juntos.
- De usted siempre alaban su técnica ¿talento o formación?
- El talento se tiene y la formación se adquiere, Chano Pozo y otros muchos eran talentos naturales, pero yo además de músicos soy maestro y profesor, y creo que se necesita dominar también el lenguaje para poder decir cosas. Por contra la técnica sola es algo vacío, mejor ambos a la vez, pero si hay que elegir prefiero una idea buena a una técnica hueca.
- El latín jazz tuvo su esplendor en los años cuarenta y de nuevo en la actualidad ¿cómo ha sido ese trasiego?
- En los años cuarenta pasó una de las cosas más bonitas de la historia de la música, el afro cuban jazz, porque eran músicos cubanos (Mario, Chano...) en los Estados Unidos los que lo hicieron. En los sesenta y setenta se perdió un poco la cosa, vino la fusión, Santana por ejemplo, un gran músico pero con proyección más comercial. En Cuba mientras salimos Irakere, rompiendo con todo esto y continuando desde el punto donde lo habían dejado los mayores. Irakere fue el primer grupo cubano que desde 1960 salió a Estados Unidos, donde se desconocía lo que se hacía musicalmente en la isla. Irakere fue una sorpresa por la evolución rítmica que ofrecíamos y en Estados Unidos se habla de un antes y un después de Irakere, que fuimos punto de partido para muchos grupos. La última experiencia fue el grupo Crisol con Roy Hardgrove, una banda de cubanos y puertoriqueños y norteamericanos y que hizo ‘boum’ en todos sitios, estaba bueno de verdad, nos dieron un Grammy. Se lo digo a Roy: lo dejamos cuando el filete estaba mejor para comérselo (risas).
- Irakere es una escuela que todo el que ha pasado por allí lleva casi tatuada en la frente.
- Todos y cada uno de los que pasamos por Irakere éramos desconocidos cuando llegamos, Irakere es un laboratorio de supermúsicos. Paquito, Sandoval, Maraca, Angá, Cortés...Irakere está reconocido como lo que fueron los Messengers de Art Blakey o el quinteto de Davis, sitios donde la gente llega y después rompe. Es mi orgullo que se reconozca el trabajo y el aporte de treinta años de música.
- Pero usted también ha hecho lo que luego han llamado salsa.
- Hay una raíz común entre las islas del Caribe: la misma raíz africana y española. Los ritmos son parecidos y desde los años veinte la música que de hizo más famosa fue la cubana, el son, el guaguancó, el chachachá, el mambo... a esta música en los sesenta se le llamó Salsa, una etiqueta comercial. Tito Puente decía que la salsa es lo que se le echa a la carne (risas)
- Lo que nos llega de Cuba es sobre todo los abuelitos, rap y la timba ¿Qué ocurre con los jóvenes nombres del jazz cubano, por hablar de pianistas sólo, dónde están los Carcassés, Tony Pérez, Nusa, Fonseca...?
- Yo quiero que usted sepa que soy mecenas de todos estos jóvenes músicos, en sus CD´s siempre hay comentarios favorables míos, a Tony por ejemplo lo puse incluso de pianista suplente en Irakere. Pero yo recuerdo que cuando empezaba me preguntaba ¿Hasta cuándo? Esto es un proceso muy lento. Soy también el presidente del certamen Jo jazz, al que se presentan todos los chicos jóvenes de la Habana con sus grupos y van al festival Plaza. Ya digo es lento.
- Hablamos de los jóvenes ¿Pero qué opina de la explosión de todas las viejas trovas que en Cuba han sido?
- Los viejitos se lo merecen. Hablamos de los años veinte y treinta cuando se hacía la música cubana tradicional, son las raíces y a las raíces se vuelve. Pero esa música se paró hace décadas, ahora ha salido de nuevo con mucha frescura y ha ocupado el sitio que había perdido. Es justo, pero no es la música que se hace en Cuba ni la que oyen los jóvenes.
-Usted se presenta solo, con Irakere o en cuarteto ¿Qué criterio hay de presentaciones?
- Irakere es una digamos Big Band con un estilo definido sobre percusiones afrocubanas, y donde mi trabajo es componer y arreglar, el piano ocupa allí un espacio muy reducido por que es una banda donde hay que compartir. El cuarteto es una idea sobre la evolución y la fusión de los ritmos cubanos con otros que no lo son, con bases diferentes e incluso con diferentes tiempos, y aquí hemos logrado cosas buenísimas rompiendo con la obligatoriedad de la clave cubana, pocos grupos de latin rompen tanto la métrica y la dinámica. Ahora, el trabajo del piano solo es lo que mi maestra de piano quería, es lo que más me gusta casi
- Ahí se enfrenta también a los clásicos como en su último disco ¿con qué punto de vista?
- Ahí hay un vacilón. Cuando mi maestra Zenaida Romeu se iba al baño yo cogía un preludio de Chopín armonizado a lo cubano y metiendo improvisaciones ¡y ella se enfadaba! Pero luego me pedía que lo repitiera y le gustaba. Chopin era muy adelantado, Bill Evans tiene mucho de él, cuando toco a Evans noto que hay muchas cosas de Chopín. Yo toco a los clásicos como creo que sonarían hoy de haber vivido.
- Brandford Marsalis me dijo que él utilizaba su Grammys para sujetar los libros ¿Qué hace usted con los suyos?
- (risas) Qué cómico. Qué pasa, que para un cubano es muy diferente. Es muy difícil para un cubano llegar a esos premios de los Estados Unidos por razones de todos conocidas, y le damos otros valores. Aquí el arte está por encima de la política, son dos historias diferentes. Yo de joven lo veía imposible, jamás pensé ganar uno sólo, y cuando nos lo dieron a Irakere aquello fue de risas y llanto, de alegría y tristeza. Los cuatro que tengo y el doctorado honoris causa por la Universidad de Canadá son valiosísimos premios para mí.
http://www.andaluciajazz.com/entrevistas/entrevista-chucho.htm
Chucho Valdés tiene mayores satisfacciones que el Grammy
La atracción del Festival de Jazz de Puerto Rico, que concluyó recientemente fue Chucho Valdés. Junto a Irakere cerró la última noche del espectáculo del Anfiteatro Tito Puente, en San Juan, y su luz comenzó a irradiar hacia el sur, porque emprendió una gira que lo llevará a varios países centro y suramericanos.
"Esas son plazas importantes, sobre todo ahora que tengo una nueva propuesta artística y hay más expectativas con nosotros, después de ganar el tercer premio Grammy", dijo.
Aunque el renovador del latin jazz asegura que el Grammy no es su mayor satisfacción, porque tiene otras, como los títulos de doctor Honoris Causa en las universidades de Victoria, en Canadá y la de La Habana, la medalla Félix Varela, y las llaves de las ciudades de San Francisco, Los Ángeles, Madison y Neuilly, en Estados Unidos y la de Ponce, en Puerto Rico.
Cuba, ni nadie, debe atarse a un solo ritmo
Chucho Valdés considera que no es descabellado abrirse ante la gran diversidad de géneros musicales que existen en el mundo, e incluso, innovar otros. "Nosotros lo que hacemos es una nueva versión que puede llamarse afro cuban jazz, que vale tanto como cualquier otro ritmo. Y mientras más géneros se abran, más cultos seremos y tendremos más posibilidades para triunfar", aseguró el pianista, de 60 años, en diálogo con esta periodista.
Motivado a hablar sobre su labor en la formación de músicos, esos que llegan a Irakere desconocidos y se convierten en estrellas, Chucho afirmó: "Me siento como un padre feliz y tengo la confirmación de que el título de Doctor Honoris Causa no me lo han otorgado por gusto, es porque dicen que he ayudado al desarrollo de la cultura universal, no solamente de la cultura cubana".
"Hay tradiciones familiares que vinieron de Nigeria, y algunos de nosotros mantienen las costumbres, algunas cosas de la religión africana, como un símbolo de respeto a nuestros antepasados", dijo Chucho Valdés al abordar la presencia de la religión en su música y sus atuendos.
"Todo el mundo no tiene por qué pensar y hacer lo mismo", precisó. Su relación afectiva con Benny Moré fue abordada también en esta entrevista con el jazzista cubano: "Comenzó en un ensayo de la orquesta de mi papá, Bebo Valdés.
Yo siempre iba cuando tenía 10 u 11 años, ya tocaba bastante y en un receso me senté al piano. Benny me dijo: "acompáñame una guaracha" y lo acompañé, luego me dijo: "un bolero" y lo acompañé, entonces miró al viejo y le dijo: "¡Bebo, el niño va a ser mejor que tú!". "Él me quiso y yo lo quise mucho", afirmó.
Yo soy Bebo dos, pero me dicen Chucho
Así se define el hijo de Bebo y Pilar, dos músicos cubanos, que sembraron en el niño la vocación y la convicción de que no basta con tener las cualidades para ser músico, hay que desarrollarlas al máximo.
"A los tres años yo me senté y toqué sin que nadie me enseñara. El viejo se preguntaba ¿cómo fue posible?, pero Pilar le respondía: "es que cuando tú tocas él siempre está parado detrás".
La historia, contada por el propio Chucho Valdés es así: "Bebo fue a tocar a Tropicana, pero se le quedó una partitura, regresó a buscarla y sintió que alguien tocaba, ¡pero tocaba!, y cuando miró para el piano, era yo. Esos fueron mis inicios, toqué de oído hasta los cinco años, que me pusieron el primer profesor. A los nueve, fui a la escuela de música a hacer la carrera de piano, que eran ocho años, pero yo entré en cuarto. ¡Verdad que tenía facilidades!
Al terminar sus estudios en la escuela de música, Jesús (Chucho) Valdés fue al Conservatorio, cultivó la música clásica, y salió interpretando a los maestros del género. También estudió Historia de la Música.
A los 14 años comenzó su vida profesional, en la orquesta de Bebo Valdés. "Mi papá hizo una orquesta para que yo aprendiera a escribir para ella, para que aprendiera a tocar bajo la batuta de un director, y ¡qué mejor director que mi papá!, enfatiza.
"Esa orquesta me sirvió de taller, después pasé por las manos de los grandes directores cubanos, he acompañado a grandes cantantes, he hecho todo lo que se puede hacer dentro de la música y pienso que como dice Bebo, con mucha dignidad y con el máximo de calidad". En el final de esta entrevista, Chucho Valdés predice su futuro: "música, música y crear más música".
Por Ana Margarita González
http://www.nnc.cubaweb.cu/cultura/cultura30.htm
¿Qué es al rap… para Chucho Valdés?
Irakere ha tenido mucha interacción con la música afronorteamerica, con la cultura popular de ese país. Asume “El Rap de la bicicleta” porque para nosotros el rap es una manifestación que tiene un gran valor como expresión contemporánea.
Irakere asume “El Rap de la bicicleta” precisamente porque para nosotros el rap es una manifestación que tiene un gran valor como expresión contemporánea, como expresión de la juventud. Y no solo eso, sino porque en el jazz existe un género llamado el acidjazz que acepta el rap, el hip hop. Este es un movimiento que también viene caminado desde hace mucho tiempo y que ha sido característico en la obra de los hermanos Wynton y Brandon Marsalis. Pero debo aclarar que el rap, aunque con otra intención y con otro nombre, es una manifestación muy antigua, lo hacían los campesinos norteamericanos, según tengo entendido, y los negros norteamericanos hace mucho tiempo. Ellos hablaban, cómo otro modo de hacer música.
Pienso más y quizás sea un poco atrevido. Ha habido grandes artistas cubanos que han interpretado la música más bien hablando que cantando, y han calado profundamente ?y valga la reiteración? en el pueblo. Por ejemplo Bola de Nieve a veces cantaba y a veces hablaba, por supuesto, que esto no era rap, pero era una forma de conversar, de llegar. Por eso el rap es una música que llega tan directamente, porque de todas maneras puede tener melodía o no, pero el mensaje está. Actualmente, es una manifestación de moda y que al mismo es moderna. Porque una cosa es ser moderno y otra estar a la moda. Las modas pasan, el rap es evidente que no va a pasar.
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